De repente no entiendo esta manía de la gente por decir que soy medio arrogante; medio soberbia. Y es que todo lo que hago es rodearme de gente que me salve. Así. De gente que me guíe, que me inspire. Que me salve de tanta cosa que me cansa y me tira.
Hablé con A de cristianismo. Je, qué importante es rodearse de gente que lo ponga a uno a pensar. Hablábamos de un tipo equis cuya soledad no transmite tranquilidad. Tranquilidad. Sí, ésa que yo asocio con la muerte. Ésa que quizá encuentre él en la religión.
Yo creo que un paso importante hacia esa tranquilidad es callarme. Sí, eso que considero yo la peor ofensa a los demás. Pero quizá sea que este pelearme contra todo es una pendejada. Debe ser que necesito enfocarme más en mí y menos en los otros. Debe ser que el voto de silencio es la solución.
Hace rato pensaba en cómo sería viajar con A (otro A). En qué haría si tuviera dinero y tiempo. En todas las vidas que me gustaría vivir. En todas las chelas que probaría. En todos los mares. En todos los libros y en todas las gentes. En todas las preguntas.
Traigo como síndrome de infinito. Je, me late. Justo ahora que mis ojos no acaban de arreglarse. Este mes ha estado bastante cabronsito.
Pues sí. Complejo de infinito.
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