martes, 26 de mayo de 2015

Quinceava noche

Poder renunciar a lo que me hace daño.

Con todas sus consecuencias.

Y es que siempre implica más cosas este asunto; nada (ni nadie) tiene una sola dimensión.

Renunciar sin rajarse pero sin olvidar los ratos malos, a pesar de que sea más fácil cargar puras cosas buenas y felices. Aprender sin amargarse.

Y bailar. Siempre bailar.

Dios, que no se acabe nunca esta sonrisa que nace todas las mañanas en mí al saber que está aquí, tan cerca.


Es un poco demasiado la rola; I'm not there yet, nor do I know if I ever will be. Que no hay que confundir la gimnasia con la magnesia ni hay que darle taaaanto hilo a este corazón de papalote. No despeguemos los pies del suelo. No tanto.


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