martes, 19 de mayo de 2015

6 de la mañana

Y, obviamente, entre más debo quedarme encerradita, más ganas de salir a pasear al frío. Esta gripa parece no estar cediendo mucho. Se me antoja salir a echarme a la terraza, té en mano, con una cobija, a oír la ciudad de madrugada. Pero como no está el horno para bollos, mejor saco la compu y procuro no toser muy fuerte para no despertar a todo el mundo.

Tengo idealizado este show de la terraza y las sillitas y cobijas. Me recuerda a cuando vi el amanecer en Halifax; igual, sillitas y cobija, pero chingos de agua frente a mí. Uno pensaría que le toma al sol siglos en moverse, pero no: con el horizonte de referencia, asusta un poco lo rápido que va. Es entonces cuando termina uno por comprender cómo es esto de que la Tierra gira; comprender porque sigue teniendo algo de mágico y divino eso de que la vida reinicie cada cierto tiempo a punta de vueltas y vueltas.

Pero, bueno, toca imaginar la magia desde esta cama y esta compu; ya estamos suficientemente bichosos así. Musiquita y caja de kleenex. Las 6:00. Se supone que la temperatura más baja del día es justo antes de que salga el sol y empiece a calentarlo todo. Mala idea salir a estas horas, que al sol le falta como una hora para salir.

Y mientras yo toso y toso. Chale. Bye la compu. Música en posición horizontal, que no se puede con tanto pinche disturbar la madrugada.




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