Los restos de ti que siguen surgiendo entre los muebles. Las migas que dejamos sin saberlo. Y yo que soy tan hombre, a pesar de mí. La corro de mi cama y se va dando portazos. No, no me molesta; defiendo el derecho universal a hacernos falsas ilusiones.
La misma escena del cigarro en el balcón. El mismo silencio que aquella vez me respondía mientras yo me desangraba por el suelo. Tú y tu eterna manía de triangularte la vida. Y yo que siempre quise más. Tanta pinche bofetada sutil de niña tonta.
Apago el cigarro entre los dedos y me largo a deambular. Los pies lentos que no debieran de tener memoria. Me espabilo un poco, que si dejo de mirarlos vamos a acabar, de nuevo, ante tu puerta.
El mundo me diluvia encima. Y yo no puedo ni sentirlo.
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