martes, 25 de febrero de 2014

En cambio, si tú me cantas...

He llorado mucho y escrito poco. Tiene mucho que no me pasaba así. Me sorprende que cada trabajo sea distinto. Cada persona. Cada intersección de rectas. Me costó entender por qué estaba tan triste. Pero ya lo hablé con la gente que tenía que hablarlo y ahora vine a escribirlo acá así que supongo que para el jueves esto ya será asunto más o menos superado. Ayer otra vez lloré pero hoy me sentí distinta. Qué complicado me es callarme las cosas. Qué bien me hace Marisol. Ahora le aprendí que uno tiene que quererse más; incluso en las cosas que nos decimos. Sí, mis propias exigencias altísimas me impiden estar más tranquila. Como siempre, todo este pedo es por temporadas.

Es cagado cuánta cosa ha pasado estos diítas…. Mis doctores, causar broncas en hogares ajenos, el cambio de trabajo, la plática con Mari, el M que me cayó de quién sabe qué cielo… Tanta tontería que me tiene arrodillada y tanta cosa chida que me está ayudando a levantarme. Todavía mientras escribo esto se me hacen agua los ojitos. Sí, ya están cansados. Pero tiene rato que no lloraba así. Tiene rato que no me pegaban cosas tan así. Me gusta saber que todavía puedo llorar. Quiero venir a echar todo por acá para ya por fin dejar de estar ciclada en esto.

Qué complicado es tener expectativas de cosas y de personas y que luego se haga un desmadre. Qué fuerte me pegó el sentirme tan equis, tan afuera, tan novata y pequeñita. Qué inesperado todo. Definitivamente tomé la decisión correcta. No porque el trabajo sea la gran cosa (eso sigue estando por verse) sino porque cuando se sale uno de situaciones cómodas y se mete en camisa de once varas es cuando más aprende. Estuvo cabrón el nudo que se me hizo en la garganta al oír lo que necesitaba; el que Jorge dijera que el desmadre entre las personas era crisis temporal. Hoy llegué con otros ojos; con otras ganas. Menos dispuesta a quedarme callada, a depender de la gente a la que conozco… Y así este rollo; este ir aprendiendo madres. Este no dejar de abrir los ojos ni dejar de sentir.

Qué rota he andado. De dinero y de ser. Rota. Es cuestión de tiempo el que a uno le salgan alitas. Pero definitivamente me hace falta poder obtener mi entusiasmo de dentro de mí. Habló Mari de dominar el ego (donde ego = superyo). No me late la palabra dominar. Es más bien suavizar sus garritas para que sea más leanient con las otras dos partes de esta santísima trinidad que somos todos según Freud.

Y es que lo seguiría al fin del mundo, pero él qué culpa tiene. Y es que me casaría con ella si fuéramos lesbianas, pero ella qué culpa tiene. Y es que me intimida su modo de ser líder, pero ella qué culpa tiene. Y es que me chocan los ambientes poco respetuosos y amables, pero ellos qué pinche culpa tienen. Y es que ya no sé qué pedo con las mariposas, pero él qué culpa tiene de que tenga yo la cabeza medio llena de cinismo.

Existen otros modos de ser y de trabajar y de sentir. Y como mantra me repito que no me voy a conformar y que no me voy a quedar calladita y bien portada. Y como mantra me repito que es importante quitarme telarañas de la boca para poder comunicarme.

Cierro los ojos y sigo llorando. Vuelve a mí el sentirme como niña perdida en una tienda enorme. Uy, como el primer día en la primaria cuando el patio es del tamaño de la cancha de los Supercampeones y cuando todos los niños se conocen y te ven raririto. Cuando K me rescató. Cuando quieres regresar a lo que conoces y dominas. Me viene a la cabeza la imagen de yo pateando a la directora del kinder mientras me llevaba lejos de mis papás. Me pongo a pensar en qué voy a hacer cuando ya no estén. Estoy dejando mi cabeza fluir por mis sumideros más usuales. Y repiten en Game of Thrones que todo hombre debe morir. Y me gustaría asumirlo.

Y recuerdo a A diciendo en la comida que qué tal que él fuera como Ned Stark. Me parece chistoso xq Ned y Arya son mis favoritos. No lo dejaría morir solo. Hoy otra vez hice corajes por culpa del tío M. Me emputan los malos maestros. GGGGGGG vuelvo a hacer corajes.

Se me pasa el llanto. En cambio, si tú me cantas, yo siempre vivo y nunca muero. Ay, Maritiniana.

Y este nuevo affair. No me atrevo a escribir nada porque no sé. Y un poco tbn porque hay proba mayor que cero de que él lo lea. Y no es leal no decir las cosas a la cara. Pero sobre todo porque no sé. Porque en tres días he pensado tres cosas distintas. Porque quiero verlo pero no sé. Porque la incertidumbre a esta edad se ve distinta.

Inhalo y exhalo. Ya acabó de correr el código que estaba bajando cosas. Aplausito para mí. Un día de éstos aprenderé AJAX (?) y jqueries.

Un par de días más para desromperme. Para volver a ser tontamente contentita y sobre todo, cualquier cosa antes que domesticada y calladita.

Releo. Hoy sí estuvo largo el choro. Por cierto, hablábamos de infinitos en la comida. Me compré en la feria un libro de infinitos que se ve chido [Pausa para ponerle la fecha y su nombre porque mi modo de hacer extraordinarias las cosas es attachearles una persona o un momento]. Ah. La tensión en los hombros. Exhalo.

I feel this known desire creeping slowly into the room; estas ganas suavecitas de descubrir qué tan bien me acomodo entre sus brazos, de empezar a aprenderme la trayectoria que seguirá mi mano por sus chinos. Es este jazz que suena el que me hace querer agarrar el coche y manejar por la ciudad con luces hasta su puerta. El querer extender las horas sin sol porque a veces los ojos salen sobrando. Porque a estas horas de la madrugada la voz que me dice que esto no va a jalar ya ni se escucha. A estas horas mis ganas de no obviar un solo paso se mezclan con las ansias de hacer de su piel mi hoja en blanco.




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