domingo, 22 de abril de 2012

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Texto de Amín Vera en El Supuesto. 26-01-11

Nuestra historia comienza hace ya muchos ayeres. En una época en la que no existían los molestos torniquetes, ni los pasillos recubiertos con brillante imitación de mármol. Como muchos de ustedes, llegué al ITAM con una maleta cargada de sueños creyendo que en cuatro años me llamarían para integrarme a la junta de gobierno de BANXICO, o para nombrarme CEO de una gran compañía. La saga de películas de "American Pie" completaba mi fantasía adolescente, que veía en la universidad la oportunidad de escapar a la autoridad familiar.

Acostumbrado, como estaba, a mi fama de geniecillo en la prepa, me sentía capaz de equilibrar el desmadre, la escuela y mis reglamentarias 9 horas de sueño reparador. Fue mi roomie el encargado de reventar tempranamente esa burbuja--durante sus respectivos mariachis--cuando profetizó mi destino: "Primero vas a dejar el deporte, después la música y al final a tu vieja. El pedo nunca lo vas a soltar, pero aun así, no es seguro que te gradúes".

Fue entonces que sentí por vez primera la pesada sensación del esfuerzo sin fruto, aquélla que marcó a toda una generación de itamitas como pedantes. Fueron las listas que pegan cada mes en el pasillo de economía, los departamentales en sábado y el inhumano rellenado de bolitas, lo que nos endureció el rostro y encaneció el cabello. Porque el sustrato que nutre al ITAM no es el amor cristiano de los jesuitas de la Ibero, ni la cultura emprendedora del Tec de Monterrey. Al contrario, aquí creces a punta de fracasos y fundamentos matemáticos. Y por eso, muchos alumnos se tragan la idea (profundamente católica) de que son los mejores simplemente porque sufrieron más.

Y empiezan--por ahí de tercer semestre--las discusiones interminables de la supremacía racial del itamita promedio. Que si somos peores o no que los del CIDE. Que si leemos más que el COLMEX. Que si deberíamos cerrar la UNAM por ser un caldo de cultivo para guerrilleros y choferes de taxi. Horas y horas de plática pendeja que requiere de un lugar fijo, complementado con buena comida y mucha cerveza. Esa necesidad de compactar todo en bloques y categorías, para después construir una pirámide que escalar, es esencial al capitalismo y por lo tanto fluye en la más añeja sangre de nuestro instituto. Por eso hay una política no oficial que ubica a los economistas en la punta y a los contadores en la base.

Fue nuestro desbocado deseo de aparecer siempre primeros en la evaluación anual que hace Grupo Reforma, lo que nos orilló a convertir la cancha de tenis en estacionamiento o quitar los futbolitos que estaban frente a la librería; porque la misión de la universidad es asegurar tu futuro profesional, no tu salud, ni tu formación, ni mucho menos tu felicidad. La pinza se cierra hacia el final de la carrera, cuando te enfrentas a tus primeros empleos. Es hasta entonces que caes en cuenta que la publicidad que hicieron en tu prepa no era del todo objetiva. Que los lagrangeanos y maximizaciones son inexistentes en el mundo laboral. Que no te van a pagar $30 000 y que no eres el genio que México esperaba. Es aquí que muchos terminan con Giuseppe, mi amigo el psicólogo, que hace una fortuna tratando los casos de depresión y neurosis en itamitas egresados.

Y sin embargo, aquí seguimos, en la agonía nuestra de cada día. Confiados en algún tipo de justicia divina que nos susurra que tanto esfuerzo no puede ser en vano. Y no lo es, aunque por las razones equivocadas. La recompensa más dulce del ITAM, y escúchalo bien, pequeñín, no es un currículo brillante que cumplirá todas tus ambiciones como lámpara de Aladino. Tampoco los famosos "conectes" que supones vas a hacer durante la carrera. Mucho menos el pase directo que crees que tenemos con las universidades extranjeras a la hora de hacer un posgrado. Acuérdate de mí, cuando veas que la única tuna que a veces florece en el nopal de Río Hondo, es el carácter. Porque vas a ver a muchos desertar, convencidos de que esta escuela/carrera no es lo suyo. Porque conocerás gente más lista que tú, inalcanzables a pesar de toda tu dedicación y estudio. Porque vas a perder la vergüenza de intentar las cosas por sexta vez si es necesario. Pero sobre todo, porque se va a sembrar en tu alma una semilla de superación que, bien encaminada, puede llevarte a cualquier lugar que imagines.

Por todo lo anterior, coincido con nuestra tetísima campaña de reclutamiento al decirte que, si reprobaste los exámenes de clasificación y ya andas de ñoño buscando apuntes, no te preocupes, es sólo que en el fondo "Eres más ITAM de lo que crees".

2 comentarios:

  1. Cabe aclarar que el hijo que publicó esto no era matemático (o al menos eso espero), porque por experiencia el matemático vive más feliz, tal vez porque permanece en la punta de la cadena alimenticia del ITAM (y del mundo) pero también porque se tienen los amigos más chidos, con los que puedes reír hasta morir, estudiar hasta la madre, pero sin dejar de soprenderte, porque en esta carrera aprendes a aprender, a buscar a comprender y razonar, porque tus amigos y tus profes no son gente amargada que cree siempre tener la razón, sino gente que busca con argumentos lógicos la verdad esté o no esté de su parte. Además que el matemático tiene un lado artístico, pregúntaselo a tus amigos, algunos leen poesía, otros conocen tantas novelas como teoremas, conocen la historia, viven la vida, se la pasan bailando, cantando y algunos tocan algún instrumento musical, pero lo más importante son las reuniones los juevebes de mate para compartir conocimiento y chelas, las reuniones de estudio que por más largas y complicado que sea el tema realmente nunca te llegan a aburrir y finalmente las extraordinarias salidas aleatorias que organizas con los mejores amigos del ITAM.

    En resumen yo si me la viví increlible en el ITAM, pero no por la institución (excepto el grupo de guitarra que mucho agradezo a Mansur), a final de cuentas le debo toda mi alegría a mis amigos y las matemáticas :)

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  2. Totalmente de acuerdo, mujer. Cada vez me queda más claro que al menos lo que nos toca vivir en mate es distinto de lo que pasa en otras carreras. Y tbn creo que no tiene que ver con la universidad en sí, sino con la gente. Quizá sea que nuestras aspiraciones no son precisamente ser CEO de una gran empresa. Al menos la gente que conozco y yo buscamos vidas más simples. Quizá tbn tenga que ver con que no estamos lidiando con la jodidez del mundo de modo tan directo como, por ejemplo, los abogados.... I mean, después de 5 años de meter las manos en todo lo que está mal, seguro uno sale más amargado y cansado. En cambio, saliendo de mate, hay gente que quiere aportar algo pero tiene una actitud distinta; chance más ilusa. Pero lo que sí se me hace muy cierto es lo de la superación. Uno aprende a trabajar una y otra y otra vez hasta que salgan las cosas.

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