Estas mañanas blancas me recuerdan un poco a Canadá. Mientras me tomo mi chai o mi café y me trepo a la camionetita que lleva a santa teresa, me doy el lujo de estar. Así, sólo estar. Me doy el lujo de sentir el calor del vaso y voltear al cielo. A veces me relato yo solita lo que estoy pensando, con alguna buena canción de fondo. Últimamente me recito cachitos de poemas inventados. Quizá sea señal de que necesito escribir un poco más.
Han sido días de hospitales, de titulaciones, de conejos enfermos, de hermanos menopáusicos, de hacer nuevos amigos, de recordar lo mismo y al mismo...
Me cuesta mucho tratar de recuperar el sentir de la mañana. Quizá sea que ahorita oigo Dio y y que la luz amarilla del foco no ayuda mucho... No lo sé. El caso es que hoy se me salió una lagrimita por tantas cosas que han pasado.
Tuve de plano que sacar un kleenex cuando cayó Those where the days... Y no por la nostalgia del tiempo pasado y blo, blo, blo. Sino porque me cayó el veinte enoorme de que THESE are the days, my friend. De que todo pasa. De que la gente se muere y las cosas cambian. De que un día recordaré con harta nostalgia las escasas dos canas en mi cabeza. Y es que no soy taaaan vanidosa, pero no dejo de ser niña, je.
Pues sí, these are the days, my friend.

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